martes, 4 de julio de 2017

La maravillosa idea de realizar el Congreso de la Patria (CP) la intentan destruir sin haber nacido. Al igual que otras iniciativas de creación revolucionaria, como los círculos bolivarianos y las ubch del referendo, que se vieron frenadas, saboteadas, por los viejos intereses egoístas de quienes sin tener miras en el futuro, ambiciones históricas, pretenden disfrutar las mieles del capitalismo a costa de nosotros, como lo han hecho los ricos dueños del planeta. Es la acción de lo viejo, evitando que lo nuevo aparezca. 

Estos seres de ambiciones pedestres, deseosos de atragantarse y atapuzase la comida, los carros, los edificios, los micrófonos, las tarimas; ávidos de aplausos y lisonjas, agrupados en partidos, gremios, grupitos, colectivos, en profesiones, que compiten por ver quién imita mejor los métodos capitalistas de la división buscando quedarse con todo en nombre de la unión incendiados y nobles discursos revolucionarios; artistas que cobran por cantarle a la revolución, pero jamás le han compuesto un poema, una lirica, que exalte lo extraordinario de la revolución, sino que cobran con imitaciones de vieja data, o copias de la más moderna basura del consumo industrial del dolor, disfrazado de poema; todo salpicado de religiones y llorantinas de incapaces o castrados cerebrales para la creación; que si no les pagan chantajean al gobierno en nombre de la libertad y la igualdad de género y de sexo y de piel y de religión y de profesión, de marxismo leninismo y de cualquier otra mariquera, de toda la basura con que se nos oculta la real necesidad de pensar y diseñar formas orgánicas, realmente nuevas que se adapten a las circunstancias revolucionarias, métodos y formas que nos permitan crear y no creer.

Prevalidos de que un día hablaron con Chávez, de que un día le cortaron el cabello, de que le pasaron el jabón y el paño mientras el Comandante se bañaba, que hicieron campaña o de que Chávez los nombró como el poeta tal o el músico o el político, o la mujer maravilla, o la estrella sindical del momento, o aquellos que se colearon en la guerrilla de los sesenta, que dispararon unas escopetas o unos rifles de aire en el Jardín Botánico y se creen con el derecho divino de decidir en su ignorancia, hacia donde debe marchar la revolución que a despecho marcha sin nosotros, aunque estemos nosotros. Una vez más la posibilidad de que un pueblo se converse, buscando crear las condiciones de la existencia del futuro se intenta frenar por estos necios de panfletos y clichés ya desechados por la vieja historia, con sus viejos y manidos métodos organizacionales, con sus gastadas maniobras, con sus discursos añejos, aliñados con frases tecnocráticas, sociológicas, aprendidas en las viejas concepciones universitarias, maquilladas con modernas teorías humanistas embrolladoras, y los manuales de una izquierda que murió con el eurocomunismo, su ultimo aliciente ideológico.

Gente que no logra entender, que el Congreso de la Patria (CP), debe intentar ser el más allá teórico, que no se trata de convocar a individuos para una vez más repartirse la torta del poder, de cambiar unos ineptos por otros, unos super funcionarios por otros, unos hábiles por otros, unos pico e zinc por otros, que no se trata de entregarle el país a unos gremios o a unos partidos, o a unos colectivos o grupitos para que sustituyan a otros, que el Congreso de la Patria no trata de mejorar a las organizaciones gremiales, partidarias, grupales o colectivas, todas ya contaminadas por el virus del humanismo, todas con el deseo de atragantarse con el país, todas con las ganas inmensas de que a mas nadie le den el país, porque el país no es tú país, es mi país y por ese carro estoy dispuesto a la muerte. Esta gente no está dispuesta a vivir por un país al que hay que soñar como el cobijo de toda la gente.

Esta gente no puede entender que el CP debe superar las viejas conversas divisionistas de la izquierda, que tanto daño nos han hecho como pueblo. Que el CP debe ser el juntador de todas las voluntades que entienden que no buscamos ser dueños del país, sino de que somos sus hojas, su fruto, su raíz, su tallo, su porque existir. De que un pueblo en medio de una revolución se debe obligar obstinadamente a crear, a diseñar, a poner la discusión en la calle, para construir juntos un dato cultural real, objetivo; porque pase lo que pase, el capitalismo, está en un proceso acelerado de deterioro y con ello todo lo existente se deteriora, el sistema humanista, su aparato de producción. La idea de la cultura comunal, no puede deteriorarse ni desaparecer, por la sencilla razón de que no existe y esa es la gran tarea, crearla.

Fuente: elcayapo.blogspot.com

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